Recientemente el Rector del Seminario envió a los sacerdotes y a los padres de los seminaristas el Calendario escolar del curso. Con ese motivo, dirigió una carta, especialmente a los sacerdotes, en la que recuerda la importancia de trabajar más y mejor por las vocaciones sacerdotales:
La
preocupación por las vocaciones, tarea común
Transcurridas algunas semanas
desde el inicio del curso académico, me pongo en contacto contigo para enviarte
el Calendario escolar de nuestro
Seminario. Hace escasas fechas asistíamos a la ordenación sacerdotal de Pedro,
y nos alegrábamos con toda la Diócesis por este don de Dios. Hagamos votos
porque la cadena vocacional no se interrumpa.
Como sabes, el descenso de las
vocaciones sacerdotales es causa de gran preocupación, tanto para los pastores
como para las comunidades de fieles, y nos lleva a preguntarnos cómo hemos de
labrar los corazones de los adolescentes y jóvenes para que puedan responder
con generosidad a las exigencias de la vocación. Preparar
los corazones de los adolescentes y jóvenes para una respuesta pronta a la
vocación supone facilitar su encuentro real y profundo con Cristo vivo En
efecto, el primer grado de la llamada vocacional es la vida en Cristo.
Una gran ayuda y motivación para
el inicio y continuidad del proceso vocacional la encuentra el adolescente y el
joven en el testimonio de vida cristiana dado personalmente por otros de su
edad y por el grupo o la comunidad eclesial. Especial relevancia tiene el
ejemplo del sacerdote en su vida personal y en su ministerio.
La responsabilidad del cuidado de
las vocaciones corresponde a toda la Diócesis. Sin olvidar la especial obligación que
tenemos los presbíteros, junto con el Obispo, es necesaria lo colaboración de
las familias y los colegios, de los grupos apostólicos y las parroquias, así
como de los catequistas y profesores de religión. No olvidemos tampoco que la
escasez de vocaciones sacerdotales es frecuentemente una consecuencia de la
debilidad de la pastoral de la iniciación cristiana y de la pastoral juvenil en
las parroquias. En efecto, la falta de vocaciones sacerdotales es un indicativo
de la debilidad con la que las familias y comunidades estamos
viviendo la fe en las nuevas y difíciles circunstancias actuales. En
consecuencia, debemos pedir perdón al Señor y orar más intensamente para que
nos convierta y nos haga capaces de discernir la forma de promover y cuidar las
llamadas que Él sin duda sigue dirigiendo a nuestros niños, adolescentes y
jóvenes.
Con la confianza puesta en que el
Señor nos ayudará a encontrar nuevos caminos y más valentía para proponer sin
complejos la vocación sacerdotal a los jóvenes de hoy, recibe un cordial saludo
de quienes trabajamos en esta Casa.
El Rector del Seminario
Gabriel-Ángel Rodríguez Millán
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