En la presentación de la obra y para enmarcarla, el Vicario General de la Diócesis y Rector del Seminario, Gabriel-Ángel Rodríguez Millán, realizó unas breves consideraciones sobre el sufrimiento anejo a toda enfermedad y, particularmente, sobre la cuestión del sentido que puede tener ese sufrimiento en el conjunto de la experiencia vital de
En palabras de Rodríguez Millán, «si asumimos e integramos lo que nos provoca sufrimiento, nos hacemos capaces de transmitir a los demás nuestra riqueza interior. Víktor Frankl, que padeció el horror de los campos de concentración nazis, escribe: “es necesario asumir el sufrimiento. Para asumirlo, para poder aceptarlo, yo debo afrontarlo. Sólo el sufrimiento asimilado deja de ser sufrimiento. Pero, para poder afrontar el sufrimiento, sólo puedo sufrir con sentido: sufrir por algo o por alguien”. Y también: “quien dispone de un porqué para vivir es capaz de soportar casi cualquier cómo”».
Frente a la posibilidad que tiene el ser humano de convertir el dolor que experimenta en medicina capaz de curarlo, al menos interiormente, escribe el autor de la obra: “Curiosamente, en esos momentos de angustia y desesperación, uno percibe como una finísima línea de luz que te invita a agarrarla y trepar por ella con todas tus fuerzas, aunque en esos momentos parece que uno ya no tiene fuerzas para nada, sólo desea acabar con todo para poder descansar de la terrible brecha que se ha abierto en el alma. Más tarde recordaba la experiencia al leer a Kierkegaard que decía: en el límite siempre se abre una vía a la trascendencia” (p. 56).
“Una mirada desde la nada” es un pequeño compendio del cúmulo de experiencias, a veces contradictorias, que el ser humano vive cuando la enfermedad y el sufrimiento le llevan a tocar el umbral de la trascendencia.